Lo confieso: SOY UNA ROMÁNTICA y tengo que compartir contigo una historia de amor al más puro estilo Romeo y Julieta. Si Verona ha sacado partido de esta trágica historia de amor, ¿Por qué no Córdoba? Volvemos a la época del califato cordobés donde vamos a conocer la historia de amor de dos poetas cordobeses: La princesa Wallada y el poeta Ibn Zaydun.
La princesa Wallada, era hija de Muhammad al-Mustakfi, que gobernó en los últimos años del califato cordobés. Wallada tuvo una excelente educación y una infancia feliz, a pesar de los duros momentos que atravesaba el califato y la dinastía omeya. Siempre mostró ser una mujer de carácter, negándose a llevar velo y levantando críticas entre los más conservadores. Wallada era una amante de la poesía y gracias a la herencia de su padre, que no tuvo descendencia masculina, logró abrir un salón literario donde realizaba tertulias y sesiones poéticas. Fue un centro al que acudían los intelectuales de la época, cautivados por la oratoria de la joven princesa.
Wallada era una mujer de tez blanca, ojos azules, figura esbelta y vestía a la moda de Bagdad. Su belleza no pasaba desapercibida, ni siquiera para el joven noble Ibn Zaydun que asistía a las tertulias cautivado por su belleza y oratoria. Una de esas noches, sus miradas se cruzaron, se enamoraron y comenzaron una relación. Ibn Zaydun estaba vinculado a los Banu Yahwar, linaje rival de los Omeyas, por lo que su relación debían mantenerla en secreto y eligieron la poesía para enviarse mensajes y declaraciones de amor durante su romance.
Wallada a Ibn Zaydun:
“Espera mi visita cuando apunta la oscuridad
Pues opino que la noche es más encubridora de los secretos
Tengo algo contigo que si coincidiera con el sol
Éste no brillaría
Y si con la luna, ésta no saldría
Y si con las estrellas, éstas no caminarían”.
El poeta dedicaba también versos a su amada:
“Tu amor me ha hecho celebre
entre la gente
por ti se preocupa mi corazón y
pensamiento,
cuando tú te ausentas
nadie puede consolarme y
cuando llegas todo el mundo está presente”.
Pero alguien conocía esta historia de amor y movido por los celos, conspiró para separarlos. Ibn Abdús, visir del califa y enamorado de Wallada desde la infancia, sobornó a una de las esclavas de Wallada para que sedujera a Ibn Zaydun y éste no pudo sucumbir a las armas de seducción de la esclava.
Cuando Wallada descubrió la traición, de manos de su discípula favorita Muhya, montó en cólera. Humillada y traicionada por su gran amor, no podía perdonarlo. Ibn Zaydun intentó hablar con la princesa, pero ella se negó. La princesa eligió una vez más la poesía, para dirigirse a él:
“Sabes que soy la luna de los cielos,
luz blanca y hermosa.
Pero, para tu desgracia, has preferido la oscuridad y la miseria.
Sumérgete en el pozo negro de las cloacas,
porque nunca entrarás de nuevo en mi paraíso”.
El poeta intentó por todos los medios que la princesa le perdonará, dedicándole poemas donde suplicaba su perdón:
“Desde que estas lejos de mí,
el deseo de verte consume mi corazón
y me hace lanzar torrentes de lágrimas
mis días son ahora negros y
antes, gracias a ti, mis noches eran blancas”.
Pero Wallada nunca lo perdonó. Se cuenta que Ibn Zaydun deambulaba por las calles, totalmente abatido. Ibn Abdús no contento con haberlos separado, logró encarcelarlo aunque consiguió escapar y refugiarse en Sevilla, donde fue visir de al-Mu´tadid. La princesa siempre supo del amor que Ibn Abdús le procesaba y dolida, se acerco a este por venganza. Desde Sevilla, Ibn Zaydun supo del acercamiento de Wallada al visir, y les dedicó unos versos desde la distancia:
“¡Oh que noble es Wallada!
Un buen tesoro para quien busca ahorrar
Pensando en las necesidades del futuro.
¡Ojalá distinguiese entre un albéitar y un perfumista!
Me han dicho que Abu Abdús la visita y
Me han contestado: a veces la mariposa busca el fuego”.
La respuesta de Wallada no se hizo esperar y así contestó a sus versos:
“Tienes por apodo el hexágono
y es un calificativo que no abandonarás mientras vivas.
Pues eres, sodomita, degenerado, adúltero, cabrón, cornudo y ladrón”.
El poeta vivió en Sevilla hasta su muerte, aunque nunca olvidó a la princesa. Por su parte, Wallada recorrió Al-Andalus mostrando su arte literario. Nunca se llegó a casar con Ibn Zaydun aunque vivió con él en palacio. Las crónicas de la época datan su muerte en 1091, el año que los almorávides llegaron a Córdoba y acabaron con el califato que la familia de Wallada mantuvo durante siglos.
Desde 1971, el Monumento a los Enamorados o monumento a los Amantes situado en el conocido Campo de los Santos Mártires, conmemora esta historia de amor califal.
Wallada es uno de mis personajes favoritos y forma parte de mi visita guiada: Mujeres de Al-Ándalus. En esta visita podrás conocer a otras mujeres, que como ella, formaron parte de la vida de Córdoba entre los siglos IX-XI y que contribuyeron de diferentes formas a la sociedad del momento. Una visita guiada tematizada que te va a sorprender. Para tener más detalles sobre esta visita, puedes contactar conmigo aquí.